domingo, 3 de diciembre de 2017

Prólogo de #LaTentación

Aquí os dejo el #prologo de #LaTentación, primera parte de la #Trilogia, #TheFourBrothers; publicada en su totalidad. Disponible en #Amazon en su versión digital, papel y #kindleunlimited.



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¡Creo que…!, se detiene un instante a pensar, con ese aire de artista que comienza a aflorar en él ¡Sí!, exclama orgulloso. ¡Ya he terminado! Retira su mirada del cuadro y se dirige a mí. ¡Relaja los músculos, Claire!– Devuelve su mirada de nuevo a su obra. Sabe, sin mirarme, que sigo estando tensa. Me conoce demasiado bien.
¿Puedo verlo por fin?, – pregunto emocionada, mientras me levanto del diván. Trato de no mostrar lo nerviosa que estoy. Antes de iniciar la sesión, he dejado doblada sobre un taburete una bata de raso color crema. Me apresuro a recogerla para cubrir mi desnudez. A pesar de los años de amistad, prácticamente desde que éramos unos niños, en este instante me siento incomoda por la forma en que deposita su mirada sobre mí. Aunque estamos saliendo, nunca le he permitido pasar de algunos besos y caricias. Sé que quiere ir más allá, pero yo realmente no estoy preparada para ello.
–Sí, me responde muy serio mientras observa como me ciño el cinto de la bata a mi cintura. Bajo la mirada. Por una extraña razón que no consigo discernir, evito el contacto de sus ojos con los míos. En realidad sí que la sé. No quiero darle falsas esperanzas. Empiezo a creer que no ha sido una buena idea venir solos a esta casa, y mucho menos haber posado desnuda para él.
Me acerco despacio para observar el resultado de seis días, posando en una casa de dos plantas, con vistas a la playa de las Teresitas en Santa Cruz de Tenerife. Hemos estado haciendo dos sesiones de tres horas al amanecer, y otras tres al anochecer; que al final han sido realmente agotadoras. ¡Tres horas seguidas sin apenas pestañear!
Lo que veo me deja sin palabras.
Allí esto yo, tumbada de espaldas y completamente desnuda sobre un hermoso diván de cuero negro. Cubierto a su vez por un velo de novia de color crema. Mis caderas están ligeramente giradas hacia el espectador del cuadro, de forma que mis piernas, flexionadas una encima de la otra, descansan sobre el propio diván. Están colocadas de tal forma, que no se puede divisar el pequeño triangulo escondido entre ellas. Los rizos rubios y sueltos de mi cabeza caen sin control, enredados entre el propio velo.
Tengo los brazos ligeramente flexionados, formando un rombo por encima de mi cabeza. Mis manos sostienen una manzana tan roja y brillante como mis mejillas, sonrojadas por el significado del instante que el pintor ha querido reflejar en el cuadro: el rubor de una novia en su noche de bodas, mientras aguarda expectante a su recién estrenado marido.
La manzana parece tener vida propia. Da la sensación de que fuese a salirse del cuadro, dando la impresión de que estuviese en movimiento, rodando hacia el borde del diván. A punto de caer al suelo.
Me fijo en mis pequeños pechos coronados por unos pezones enhiestos y sonrosados, completamente expuestos y excitados por el momento que parece que estoy a punto de vivir.
El brillo de mis ojos, medio grises, medio azules, contrastan con el azul del mar que se ve a través de la ventana, situada en el margen izquierdo del cuadro.

Martin, – digo. – ¡Es precioso!, – consigo decirle, girándome hacia él y mirándolo a los ojos. ¡Eres un genio! Alimento su ego con mis palabras, ya de por sí bastante crecido.
¿Una copa de champán para celebrarlo?, me sugiere.
¡Por supuesto!, exclamo sonriéndole a la vez que él asiente con la cabeza.
Sale de la habitación para dirigirse a la planta baja donde está la cocina. Aprovecho para acercarme a la ventana y disfrutar de las vistas. Mañana tenemos previsto reunirnos con unos amigos suyos para pasar la nochevieja. Me alivia pensar que ya no estaremos solos en esta casa. No es demasiado grande, tan solo dispone de dos habitaciones y un baño en la planta alta, así como una cocina americana integrada dentro del salón.
Lo mejor de toda la casa, son los miradores que hay en los dormitorios, desde donde se contempla la playa a la derecha y los acantilados a la izquierda.
De repente, soy nuevamente consciente que bajo la bata, estoy completamente desnuda, por lo que, olvidándome del champán que Martin ha ido a buscar, me encamino hacia la puerta para dirigirme al otro dormitorio. Me urge vestirme. Justo cuando estoy en el umbral, me cruzo con Martin.
¡El champán!, me dice emocionado. Levanta sus manos, en las que lleva la botella y dos copas. ¿Dónde ibas?, –pregunta sorprendido.
¡Iba a vestirme! Intento escabullirme, pero da un paso impidiéndomelo.
¡Vamos a brindar primero! – Sonríe de una forma en la que sabe que me es imposible negarle nada y finalmente cedo.
¡De acuerdo! – Ciño más el cinto de la bata suspirando, tratando de sentirme más cómoda. ¡No sé si quiero que lo incluyas en la exposición que quieres preparar!, digo para neutralizar la tensión, que parece que comienza a interponerse entre nosotros.
¡Creo que eso está muy lejano en el tiempo! – Me tiende una copa, pero si algún día lo consigo, – me sonríe antes de continuar, – antes de exponer este cuadro, señala al objeto en cuestión con su propia copa, la cual sostiene entre sus manos, te pediré permiso para hacerlo. Me lanza una sonrisa de medio lado, a la vez que me guiña un ojo. Pero sin dejarme rebatirle, continúa hablando.
¡Pero dime! – Busca mi mirada por encima de su copa. ¿Estás segura de querer trabajar como secretaria de un ejecutivo engreído, chulo y encarpetado en su traje? Pregunta cambiando de tema, como sólo él sabe hacer. ¡Podrías trabajar como modelo! ¡Te aseguro que tienes facultades para ello! Dirige la mirada al cuadro mientras me lo dice.
Prefiero tener un trabajo normal. Esto lo he hecho porque somos amigos. Sabes que no lo haría con cualquiera. – Me siento en el taburete, cruzando las piernas, provocando que la bata se abra, mostrando mis piernas desnudas. Cruzo ambas piezas de tela para cubrirme. Por encima de mis pestañas observo como se ha percatado del detalle, aunque rápidamente desvía la mirada hacia otro lado. Disimulando.
En las últimas semanas he realizado una entrevista, le explico, en una multinacional relacionada con el mundo de la seguridad, para optar a un puesto de secretaria de dirección. Trabajaría bajo las órdenes directas del presidente de la compañía, continúo diciéndole, tratando de cambiar el tema de conversación, lo cual consigo.
¿Cuándo tienes la entrevista definitiva?, me pregunta.
El nueve de enero, – respondo escuetamente, mientras me levanto. Tras dejar la copa sobre el propio taburete, comienzo a caminar hacia la puerta. Estoy cansada y solo me apetece darme una ducha y meterme en la cama. Ni siquiera tengo ganas de cenar.
Cuando estoy a punto de marcharme, me sujeta por la cintura, empujándome contra la puerta con suavidad. Es algo más alto que yo, por lo que tengo que alzar la cabeza para poder mirarlo.
Me mira fijamente a los ojos, mientras poco a poco se inclina hacia mí. Deposita sus labios sobre mi entrecejo, deslizándose despacio por la nariz. Puedo sentir su aliento en mi piel, finalmente su boca alcanza la mía, atrapándola con la suya.
Aunque no es la primera vez que nos besamos, me siento paralizada por su ataque, el cual, a pesar de que una parte de lo desea, por otro lado, me hace sentir algo incomoda. Abro la boca, buscando con mi lengua el contacto con la suya, mientras alzo mis brazos rodeando su cuello con ellos.
Cuando sus manos comienzan a desatar el lazo del cinto de mi bata, comienzo a darme cuenta de que tengo que frenarle. No me siento preparada para dar ese paso. Somos buenos amigos. No me gustaría estropear la amistad que nos une. Creo que ha llegado el momento de terminar algo, que nunca debería haber dejado que comenzase.
¡Martin!, consigo susurrarle, despegándome ligeramente de sus labios.
Ssshhhh, te deseo, me susurra mientras consigue que la bata caiga al suelo. A la vez, me insta a girar con él, empujándome hacia atrás. Hacia el diván.
Suavemente, me tiende sobre el velo que aún está extendido sobre el cuero, colocándose inmediatamente sobre mí. Sus manos comienzan a recorrer mi cuerpo, atrapando uno de mis pechos mientras su boca succiona el otro, en un intento desesperado de poseerme.
Martin, no podemos, – insisto, removiéndome debajo de él, tratando de librarme de su cuerpo sobre el mío.
¿Por qué? Por el tono de su voz puedo apreciar que está enfadándose. ¡Claire, ahora no puedo parar! Comienza a desabrocharse los botones de la bragueta y libera su erección con una mano, mientras sujeta mis caderas con la otra.
Veo en sus ojos sus intenciones. Me muevo debajo de su cuerpo, mientras le empujó con mis manos apoyadas en su torso, con todas mis fuerzas. Quiero salir de esa habitación. Sé que tengo que salir antes de que sea demasiado tarde. Me sujeta las manos por encima de mi cabeza con una de sus manos, y me mira fijamente.
Claire, me gustas. Me gustas mucho, y te deseo. Me insiste con los ojos llenos de ansias por poseerme. Estoy cansado de fingir. De ser simplemente un amigo más. No quiero ser un amigo. – Vuelve de nuevo a mi boca, tratando de callar lo que quiero gritarle, mientras siento como su erección se posiciona peligrosamente en la entrada de mi sexo. Trato de apartar mis caderas, rechazando el contacto mientras mantengo mi boca cerrada. Impidiéndole entrar.
Siento que algo en su interior se da cuenta de lo que está a punto de hacerme si sigue por ese camino, por lo que aparta su boca de la mía, aunque mantiene su pene en la entrada de mi sexo.
¡Martin, tú también me gustas, pero como amigo!, – digo con lágrimas en los ojos. ¡Por favor, no lo hagas!– Afloja la fuerza de su mano en mis muñecas, a la vez que es consciente realmente, de que ha estado a punto de violarme. Aprovecho para removerme, con tan mala suerte, que caigo de cara al suelo, golpeándome la barbilla y consiguiendo que me muerda a mí misma los labios. Siento el sabor dulce de mi propia sangre en mi boca.
Automáticamente me llevo la mano a mis labios, y alzo la mirada hacia Martin, que sigue sobre el diván. Al verme se asusta y sale corriendo de la habitación, cerrando la puerta con un portazo. Un minuto más tarde, siento un nuevo portazo, cuando sale de la casa.
Rápidamente vuelvo a cubrirme con la bata y me dirijo a mi habitación. Después de vestirme y recoger mis cosas lo más rápido que puedo, salgo yo también de la casa para buscar un taxi con dirección al aeropuerto.

Mientras voy en el taxi, me detengo a pensar por un segundo en mi destino.
Madrid, significa pasar la nochevieja sola.
Londres, pasar el último día del año con el padre de mi hermanastro.
Opto por la segunda opción. Sé que Charles me aceptara en su casa sin hacer preguntas. Evito llamar a Charly, mi hermanastro, para contarle que ya no voy a pasar estos días con unos amigos, tal y como le había contado en un principio. También se perfectamente que él esta con los suyos, fuera de Inglaterra. No quiero estropearle el plan.Cuando estoy en la puerta de embarque, llamo a Charles, para explicarle mis motivos para no haberle pedido que me enviase el jet de la familia. No quiero poner en preaviso a Charly.
Cuando aterrizo en Londres, hay un coche esperándome para llevarme a “Cove Castle”, el castillo donde reside de forma habitual Charles. Se le llama así, porque dentro del terreno que conforman la finca, existe una pequeña cala privada, a la cual solo se accede a través de una gruta excavada en los acantilados.
Cuando llego a mi destino final, no me hace preguntas sobre mis labios amoratados, ni mis ojos hinchados por el llanto. Tan solo me abraza y disfrutamos de nuestra mutua compañía. El deduce por sí mismo lo que me ha podido pasar. Y sin que él me lo pregunte, antes de volver a Madrid, termino contándole lo que me ha pasado, aunque no me atrevo a contarle quien ha sido. Sé que en el caso de que se lo dijese, se lo contaría a mi hermano y no quiero que Charly sepa nada.


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